El tren no siempre es de la alegría...

Comunidad Terapéutica "The Cardals", 8 de Copas y Sota de Bastos de 2009

Querido Diario:

Estoy casi convencida que esto es lo más cercano a la peace of mind y a la felicitud que he experimentado en mi corto pero convulsionado recorrido vital. Estas ultimas jornadas en la comunidad terapéutica (o la granjita de recuperación coronaria, como la llama tiernamente Doña Olinda, la cocinera del reducto) han sido altamente beneficiosas y me encuentro en el mejor estado en el que he estado estando. Gracias a las terapias alternativas y el alto grado de contención he dejado atrás los días nublados y me aventuro a una temporada bajo el sol y en trikini al crochet.

Gran parte de dicha mejoría se debe a que me siento muy acompañada en sentimiento. Me ayo rodeada de mujeres en mi misma situación, mujeres que aman demasiado, mujeres que se autoflagelan el alma, que cual timba marplatense apuestan todo al negro el 17 y les termina saliendo un negro de mierda. Mujeres como sho.

De todas ellas, debo rescatar a una que se ha convertido en mi amiga fiel, en mi sidekick, en mi otra mitad. Su nombre es Gladys L. (reservo su apellido por cuestiones legales y por si alguna vez este diario llegare a llegar a las manos equivocadas) y su vida amorosa ha sodo un constante devenir de desencuentros, fracasos y dolor en su estado más puro.

Me ha contado que de pequeña era aquella niña a quien todos auguraban un glorioso futuro. Brillante, con talento para coser, toser, bordar y las artes marciales. Con un futuro x delante y un pasado x detrás. Sin embargo, su permeabilidad al amor hiciéronla caer a lo mas bajo de Flores y levar cabeza estaba siendo mas dificil de lo esperado.

A su primer matrimonio con su amor de la infancia, Danielito F. y su consecuente divorcio dadas las tendencias derechistas del mismo (obviamente ignoradas por mi querida Gladys), le siguieron su concubinato con Lautaro, un licenciado en filosofía que la adentró en la alegoría de la caverna y otras yerbas (de las cuales también estaba tratando de salir), pasando por los Chiotta, unos hermanos dedicados al transporte de muebles via fax para finalizar con Ramón, aquel que había terminado de romper su frágil corazón. Lo había conocido un sábado a pleno, de paseo con sus sobrinos en la plaza Misererere cuando a bordo del tren de la alegría, le llamó la atención la sexytante figura de la Pantera Rosa. Su traje de plush gastado y amarillento y el Felipe Morris colgándole dendebajo de la cabezota rosada fueron demasiado para ella, y se entregó sin miramientos.

Pasaron los días, los meses, quedaron los artistas y Gladys estaba convencida que finalmente el amor se había instalado en su living para quedarse. Sin embargo, cruda y dolorosa cual primera vez de tira de cola fue la realidad cuando lo siguió, un domingo plácido in-fraganti y de in-cógnito para encontrarlo tras una arboleda del parque Lezcano a los besos con Winnie de Put. A partir de ese momento, todo fue un infierno y luego de meses de haberse entregado a la bebida y a la ingestión indiscriminada de chocolate para taza, decidió internarse en la comunidad terapéutica que juntas habitamos.

Triste historia. Debo dejar de escribir en breve, dado que se acerca mi primera consulta individual con mi terapeuta. Estoy en pascuas y llena de ansiedades. Escucho el cerrojo, alguien sea cerca. Dior mio, es el...