Pero entonces llegó el doctor... manejando el cuatrimotorrrr

Ojáio, Clávelan, 29 de Abril de 2015.

1º y tres bajo cero la térmica.

Querido Diario:

Hay límites que una vez traspasados, ya no existe posibilidad de poner reversa y dar marcha atrás. Apenas EL cruzó el fino umbral que separaba la salita de espera del recinto terapéutico, supe que mi patología de debilidad ante los másculos se hallaba en el pináculo de su apogeo y debería subir la dosis de mi Roviralta a 1000 miligramos diarios para cuando menos, poder dormir sin soñarlo.

El facultativo se adentró, portando historia clínica y ligas, sin levantar su mirada hacia mi persona (que en ese momento se encontraba acurrucada en el diváin masticando frenéticamente caramelos Media Hora pero cada 5 minutos). Finalmente, y tras segundos que pareciéronme una eternitud, apoyó la carpeta que contenía mi vida toda y dirigió hacia mí su fornida y bronceada mano al tiempo que se presentaba. El Dr. Walter Ego era de nudillos gastados y fuerte sacudón manual, cosa que siempre me resultó atractiva en un hombre; ni hablar de su amplio pecho y sus trabajados bícepes, que ahora que lo pienso, no logro entender por que se hallaban al desnudo dado el carácter oficial y médico de dicha visita.

Francamente no voy a detenerme en detalles, solo porque todos ellos escaparon a mi discernimiento una vez adentrado el Dr W. Se dirigió a mí amablemente y si bien la verborragia siempre me hubo caracterizado, en este momento me sentía muda de voces y de ropas. EL continuaba mirándome fijo, esperando alguna respuesta palatal a su inquiriente mirada; y sin embargo, ninguna palabra amenazaba con enamar de mis apéndices labiales.

Enderreprontamente, y siguiendo la novedosa técnica de la terapia de shoque de frente con la realidad, abrió de imporvisto el atashé de cuero bordó que sabía portar y sacó de allí un objeto cortante, brilloso, de un lijado mango caoba y tocayo del dolor de mi alma. Allí colapsé. Las palabras brotaron cual sangre hecha río y mi historia comenzó a escurrirse dentre sus dedos.

Tres largas horas y dos cortinados a modo de paño de lágrimas después, mi monólogo cesó y el dr Ego levantó su mirada de su block de notas y en gesto comprensivo masculló:

-No se culpe Evadam. Yo creo que Ud sólo conoce el sufrimiento y es por eso que no puede dejar de necesitarlo. Trabajaremos sobre ello. Ahora debo dejarla, ya pasaron los 50 minutos de su consulta.. varias veces de hecho. Je doit partir.

Y así me dejó, aquí. Entirada en el diváin a modo de camastro pensando cuánta verdad en sus palabras al viento. El deber me llama. Quedé con Gladys.