Blast from the Past

Barrio de Once, 27 de Doniembro de 1987. Tarde (pero seguro)

Querido diario:

Como errar es humano y Herrar es equino, he decidido volver a frecuentar a mi querida amiga del oriente medio Fantín, dado que en las últimas y truculentas semanas ha estado presente, enviándome su apoyo y (por que negarlo) la tarjetita de su terapeuta para que me haga ver.

Consecuentemente, ayer a la tarde acepté su invitación a tomar el té con galletas de aróz y mermelada de chenchible. El mitín se desarrolló apaciblemente, sin reconres ni tapujos y hablamos a calzón pintado. Los horizontales ojos de mi querida Fantín evidenciaban muestras de compasión y comprensión ante los sucesos de mi órgano coronario de las últimas semanas y debo confesar que me hizo sentir cobijada bajo su ala.

Charla fue, galleta de aróz vino (y vino patero también), que al mirar el reloj de pared caímos en la cuenta de que eran ya las 21.50. Amablemente, Fantín se ofreció a acogerme en su morada por esa noche, preparándome un plato especial, receta de su abuela que tenía según ella el poder de curar corazones acocochados.

-Ahh shi.. esha prepara para amiga porque amiga tener corashó con augeritosh... abuela re Corea dishe que "Ñahangóol a ra caceróra" é er mejor antíroto para penitash de amor.. shi

A pesar de que las palabras y la actitud de Fan me enternecían infinitamente, no podía dejar de pensar en el nombre del plato: "Ñahangoól a la cacerola". Imposibilitada ya de seguir con la duda, inquirí a Fantín sobre los ingredientes de dicha delicatessen oriental a lo que ella respondió:

-Ñahangoól é.. pareciro a vaca pero no vaca. Má chiquito. É animalito de ra granja... esha no recuerda como dishe en argentina.. ahh shi! Conejo! Ñahangoól é conejito a ra cacerola.

A partir de allí, mi mente se fue a negro. No recuerdo más que una sucesión de imágenes apachurradas como un collage mal pegotiado; como esas escenas de las películas donde el protagonista recorre su vida en vertiginosas imágenes de su niñez, adolescencia y madurez hasta llegar a un punto doloroso. Allí paré yo:

Abril de 1987. Cuascuas de Resurrection. Unos joviales mami y papi me llevaban de sus manos hacia la galeria "Járrols" para que pudiera sacarme una foto con el conejo de Cuascuas. Terror. Pánico al ver la siniestra cara del muñecote, cuyo pelaje blanco sucio me recordaba al alfombrado de la tia Maruca (que sería sucia, pero hacia unas galletitas impecables). Sin previo aviso, me sentaron en la falda del muñeco y sólo me quedo forzar una sonrisa para no desilusionar a mis progenitores. Arriba, la foto del terrible momento.

Nuevamente la sucesión de imágenes. Rápidas y letales. Nuevamente, parándose en seco en otro momento: Invierno, 1984. Mi amiga Nannette y yo nos encontrábamos de paseo en una granja con el primario. Con infinita ternura nos acercamos a la conejera y tomamos en nuestros brazos a un pequeño especímen de ojos colorados. Nos fundimos los tres (conejo al medio) en un abrazo infinito. Minutos después, nos dimos cuenta de la inmovilidad perenne del pobre bicho. Mi humanidad toda colapsó, sintiéndome la peor de las asesinas. Nanners, sin enverga, me repetía alegremente: "Pero no seas tonta, no ves que murió de amor? Es la mejor manera de morir"

Volví a la realidad. Fantín servía platos y hervía aróz a troche y roche. Yo me dejé caer en la poltrona y me pregunté: "Será que Nanners tenía razón? Será que debo dejarme asfixiar x el amor?"